Un banco, el lugar adecuado para vaciarlo completamente y quedar envuelto en la nada, entrando en un mundo donde solo existe un yo, sin la preocupación del otro, donde la grandeza del pensamiento ayuda a que el ser pueda formar una gama de ideas, que no precisamente deban conservar un orden. Dejarse llevar por lo que los sentidos perciban, quizás y llenarse de recuerdos que algún día les engrandecieron de felicidad, o quizás cosas que destrozaron su corazón y alteraron la credibilidad aceptable sobre el resto. Los ojos empiezan a desubicarse de la que creen su realidad, para empezar a vagar por mundos fantásticos que los purifican, de pronto vuelven a la “realidad” y observan solamente una ventanilla en donde esperan recibir atención.
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